«-¡Rivendel! -dijo Frodo-. Muy bien, iré al este, hacia Rivendel. Llevaré a Sam a ver a los elfos, cosa que le encantará. -Hablaba superficialmente, pero de pronto el corazón le dio un vuelco con el deseo de ver la casa de Elrond el Medio Elfo y respirar el aire de aquel valle profundo donde mucha Hermosa Gente vivía todavía en paz.»
En la concepción de Tolkien hay un designio bueno que gobierna los acontecimientos y la vida de los hombres (y de los enanos, elfos y hobbits), un destino que cuenta con la libertad, que la reclama. En responder a esa llamada radica la verdadera libertad y se juega el bien.
Esa llamada se manifiesta en cada paso del camino de quienes se vuelven protagonistas. Los hobbits se convierten en protagonistas de la historia de la Tierra Media, en la que ni siquiera se conocía su existencia, por su sencillez, que les permite decir “sí” a lo que se les propone, y por su amor a las cosas normales de la vida. Este “sí” les conduce por un camino de maduración hasta que son capaces de reconocer las “altas cosas” sin las cuales todo lo demás no existiría.
Por tanto quiso que los corazones de los Hombres buscaran siempre más allá y no encontraran reposo en el mundo; pero tendrían en cambio el poder de modelar sus propias vidas, entre las fuerzas y los azares mundanos, más allá de la Música de los Ainur, que es como el destino para toda otra criatura; y por obra de los Hombres todo habría de completarse, en forma y acto, hasta en lo último y lo más pequeño.
Al fin habló haciendo un esfuerzo y oyó sorprendido sus propias palabras, como si algún otro estuviera sirviéndose de su vocecita.
–Yo llevaré el Anillo -dijo-, aunque no sé cómo.
Elrond alzó los ojos y lo miró y Frodo sintió que aquella mirada penetrante le traspasaba el
corazón.
-Si he entendido bien todo lo que he oído -dijo Elrond-, creo que esta tarea te corresponde a ti, Frodo y, si tú no sabes cómo llevarla a cabo, ningún otro lo sabrá. (…). Pero es una carga pesada. Tan pesada que nadie puede pasársela a otro. No la pongo en ti. Pero si tú la tomas libremente, te diré que tu elección es buena; y aunque todos los poderosos amigos de los elfos de antes, Hador y Húrin y Túrin y Beren mismo aparecieran juntos aquí, tu lugar estaría entre ellos.
«-¡Rivendel! -dijo Frodo-. Muy bien, iré al este, hacia Rivendel. Llevaré a Sam a ver a los elfos, cosa que le encantará. -Hablaba superficialmente, pero de pronto el corazón le dio un vuelco con el deseo de ver la casa de Elrond el Medio Elfo y respirar el aire de aquel valle profundo donde mucha Hermosa Gente vivía todavía en paz.»
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